Discurso del Papa Francisco en la Vigilia de la JMJ Cracovia 2016


Queridos jóvenes, buenas tardes

Es bueno estar aquí con ustedes en esta Vigilia de oración.

Al terminar su valiente y conmovedor testimonio, Rand nos pedía algo. Nos decía: «Les pido encarecidamente que recen por mi amado país». Una historia marcada por la guerra, el dolor, la pérdida, que finaliza con un pedido: el de la oración. Qué mejor que empezar nuestra vigilia rezando.

Venimos desde distintas partes del mundo, de continentes, países, lenguas, culturas, pueblos diferentes. Somos «hijos» de naciones, que quizá pueden estar enfrentadas luchando por diversos conflictos, o incluso estar en guerra. Otros venimos de países que pueden estar en «paz», que no tienen conflictos bélicos, donde muchas de las cosas dolorosas que suceden en el mundo sólo son parte de las noticias y de la prensa.

Pero seamos conscientes de una realidad: para nosotros, hoy y aquí, provenientes de distintas partes del mundo, el dolor, la guerra que viven muchos jóvenes, deja de ser anónima, para nosotros deja de ser una noticia de prensa, tiene nombre, tiene rostro, tiene historia, tiene una cercanía.

Hoy la guerra en Siria, es el dolor y el sufrimiento de tantas personas, de tantos jóvenes como la valiente Rand, que está aquí entre nosotros pidiéndonos que recemos por su amado país.

Existen situaciones que nos pueden resultar lejanas hasta que, de alguna manera, las tocamos. Hay realidades que no comprendemos porque sólo las vemos a través de una pantalla (del celular o de la computadora).

Pero cuando tomamos contacto con la vida, con esas vidas concretas no ya mediatizadas por las pantallas, entonces nos pasa algo importante, todos sentimos la invitación a involucrarnos: «No más ciudades olvidadas», como dice Rand: ya nunca puede haber hermanos «rodeados de muerte y homicidios» sintiendo que nadie los va a ayudar.

Queridos amigos, los invito a que juntos recemos por el sufrimiento de tantas víctimas fruto de la guerra, esta guerra que hay hoy en el mundo, recemos por tantas familias de la amada Siria y de otras partes del mundo, para que de una vez por todas podamos comprender que nada justifica la sangre de un hermano, que nada es más valioso que la persona que tenemos al lado. Y en este pedido de oración también quiero agradecerles a Natalia y a Miguel, porque ustedes también nos han compartido sus batallas, sus guerras interiores. Nos han mostrado sus luchas y cómo hicieron para superarlas. Son signo vivo de lo que la misericordia quiere hacer en nosotros.

Nosotros no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir, no queremos insultar. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror. Nosotros hoy estamos aquí, porque el Señor nos ha convocado. Y nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia.

Celebremos el venir de culturas diferentes y nos unimos para rezar. Que nuestra mejor palabra, que nuestro mejor discurso, sea unirnos en oración. Hagamos un rato de silencio y recemos; pongamos ante Dios los testimonios de estos amigos, identifiquémonos con aquellos para quienes «la familia es un concepto inexistente, y la casa sólo un lugar donde dormir y comer», o con quienes viven con el miedo de creer que sus errores y pecados los han dejado definitivamente afuera. Pongamos también las «guerras» de ustedes, nuestras guerras, las luchas que cada uno trae consigo, dentro de su corazón, en presencia de nuestro Dios. Y para esto, para estar en familia, los invito a ponerse de pie, a tomarse de la mano y rezar en silencio, todos.

(Oración en silencio)

Mientras rezábamos, me venía a la mente la imagen de los Apóstoles el día de Pentecostés. Una escena que nos puede ayudar a comprender todo lo que Dios sueña realizar en nuestra vida, en nosotros y con nosotros. Aquel día, los discípulos estaban encerrados por miedo. Se sentían amenazados por un entorno que los perseguía, que los arrinconaba en una pequeña habitación, obligándolos a permanecer quietos y paralizados. El temor se había apoderado de ellos. En ese contexto, pasó algo espectacular, algo grandioso. Vino el Espíritu Santo y unas lenguas como de fuego se posaron sobre cada uno, impulsándolos a una aventura que jamás habrían soñado. Las cosa cambia así.

Hemos escuchado tres testimonios, hemos tocado, con nuestros corazones, sus historias, sus vidas. Hemos visto cómo ellos, al igual que los discípulos, han vivido momentos similares, han pasado momentos donde se llenaron de miedo, donde parecía que todo se derrumbaba. El miedo y la angustia que nace de saber que al salir de casa uno puede no volver a ver a los seres queridos, el miedo a no sentirse valorado ni querido, el miedo a no tener otra oportunidad.

Ellos nos compartieron la misma experiencia que tuvieron los discípulos, han experimentado el miedo que sólo conduce a un lugar: ¿Adónde nos lleva el miedo? Al encierro. Y cuando el miedo se acovacha en el encierro siempre va acompañado por su «hermana gemela»: la parálisis, sentirnos paralizados. Sentir que en este mundo, en nuestras ciudades, en nuestras comunidades, no hay ya espacio para crecer, para soñar, para crear, para mirar horizontes, en definitiva para vivir, es de los peores males que se nos puede meter en la vida, y más en la juventud. La parálisis nos va haciendo perder el encanto de disfrutar del encuentro, de la amistad; el encanto de soñar juntos, de caminar con otros. Nos aleja de los otros, nos impide tender la mano. Como hemos visto, todos encerrados en ese lugar de adentro.

Pero en la vida hay otra parálisis todavía más peligrosa para los jóvenes, y muchas veces difícil de identificar; y que nos cuesta mucho descubrir. Me gusta llamarla la parálisis que nace cuando se confunde «felicidad» con un «sofá/kanapa». Sí, creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá. Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros. Un sofá —como los que hay ahora modernos con masajes adormecedores incluidos— que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora.

Un sofá contra todo tipo de dolores y temores. Un sofá que nos haga quedarnos en casa encerrados, sin fatigarnos ni preocuparnos. La «sofá-felicidad», «la kanapa-szcz??cie», es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, la juventud. ¿Y por qué sucede esto Padre? Porque poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados. Ayer hablaba de los jóvenes que se jubilan a los 20 años, hoy hablo de los jóvenes adormecidos, embobados, atontados.

Mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros. Es cierto, para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá; para muchos eso les resulta más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos respondiendo al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón.

Les pregunto a ustedes ¿Quieren ser jóvenes adormecidos, embobados, atontados? ¿Quieren que otros decidan el futuro por ustedes? ¿Quieren ser libres? ¿Quieren luchar por su futuro? No están muy convencidos, eh. ¿Quieren luchar por su futuro? (¡Sí!)

Pero la verdad es otra: queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a «vegetar», a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad. No somos libres para dejar una huella, perdemos la libertad. Este es el precio y hay mucha gente que quiere que los jóvenes no sean libres, que sigan atontados, embobados, adormecidos. Esto no puede ser, debemos defender nuestra libertad.

Ahí está precisamente una gran parálisis, cuando comenzamos a pensar que felicidad es sinónimo de comodidad, que ser feliz es andar por la vida dormido o narcotizado, que la única manera de ser feliz es ir como atontado. Es cierto que la droga hace mal, pero hay muchas otras drogas socialmente aceptadas que nos terminan volviendo tanto o más esclavos. Unas y otras nos despojan de nuestro mayor bien: la libertad. Nos despojan de la libertad.

Amigos, Jesús es el Señor del riesgo, el Señor del siempre «más allá». Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría, esa alegría que nace del amor de Dios, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de misericordia.

Ir por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, personas que piensan, movilizadores sociales.

Que nos incita a pensar una economía más solidaria. En todos los ámbitos en los que ustedes se encuentren, ese amor de Dios nos invita llevar la buena nueva, haciendo de la propia vida un homenaje a Él y a los demás. Y esto significa ser valiente, significa ser libres.

Podrán decirme: «Padre pero eso no es para todos, sólo es para algunos elegidos». Sí, es verdad, y estos elegidos son todos aquellos que estén dispuestos a compartir su vida con los demás. De la misma manera que el Espíritu Santo transformó el corazón de los discípulos el día de Pentecostés, estaban paralizados, lo hizo también con nuestros amigos que compartieron sus testimonios.

Uso tus palabras, Miguel, vos nos decías que el día que en la Facenda te encomendaron la responsabilidad de ayudar a que la casa funcionara mejor, ahí comenzaste a entender que Dios pedía algo de ti. Así comenzó la transformación.

Ese es el secreto, queridos amigos, que todos estamos llamados a experimentar. Dios espera algo de ti, ¿Han entendido? Dios quiere algo de ti, Dios te espera a ti. Dios viene a romper nuestras clausuras, viene a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras miradas. Dios viene a abrir todo aquello que te encierra. Te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo con vos puede ser distinto. Eso sí, si vos no ponés lo mejor de vos, el mundo no será distinto. Es un desafío.

El tiempo que hoy estamos viviendo, no necesita jóvenes-sofá, m?ody-kanapa, sino jóvenes con zapatos; mejor aún, con los botines puestos. Este tiempo sólo acepta jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes. El mundo de hoy les pide que sean protagonistas de la historia porque la vida es linda siempre y cuando querramos vivirla, siempre y cuando querramos dejar una huella.

La historia hoy nos pide que defendamos nuestra dignidad y no dejemos que sean otros los que decidan nuestro futuro. No, nosotros debemos decidir nuestro futuro, ustedes el suyo. El Señor, al igual que en Pentecostés, quiere realizar uno de los mayores milagros que podamos experimentar: hacer que tus manos, mis manos, nuestras manos se transformen en signos de reconciliación, de comunión, de creación. Él quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. Él quiere construirlo con vos. ¿Y tú qué cosa respondes? ¿Sí o no?

Me dirás, Padre, pero yo soy muy limitado, soy pecador, ¿qué puedo hacer? Cuando el Señor nos llama no piensa en lo que somos, en lo que éramos, en lo que hemos hecho o de dejado de hacer. Al contrario: Él, en ese momento que nos llama, está mirando todo lo que podríamos dar, todo el amor que somos capaces de contagiar. Su apuesta siempre es al futuro, al mañana. Jesús te proyecta al horizonte, nunca al museo.

Por eso, amigos, hoy Jesús te invita, te llama a dejar tu huella en la vida, una huella que marque la historia, que marque tu historia y la historia de tantos. La vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace mal. Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen como ahora hacen ustedes, a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad y ustedes son una oportunidad para el futuro: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Necesitamos aprender esto.

Y todos juntos pidamos que nos exijan transitar por los caminos de la fraternidad. Que sean ustedes nuestros acusadores si elegimos la vida de los muros, de la enemistad, de la guerra. Construir puentes: ¿Saben cuál es el primer puente a construir? Un puente que podemos realizarlo aquí y ahora: estrecharnos la mano, darnos la mano. Anímense, hagan ahora, aquí, ese puente primordial, y dénse la mano, todos ustedes. Es el gran puente fraterno, el modelo.

Siempre está el riesgo de quedarse con la mano tendida, pero en la vida es necesario arriesgarse, quien no se arriesga no gana. Estrechen sus manos, gracias.

Y ojalá aprendan a hacerlo los grandes de este mundo… pero no para la fotografía, sino para seguir construyendo puentes más y más grandes. Que éste puente humano sea semilla de tantos otros; será una huella.

Hoy Jesús, que es el camino, a ti, a ti, a ti, te llama a dejar tu huella en la historia. Él, que es la vida, te invita a dejar una huella que llene de vida tu historia y la de tantos otros. Él, que es la verdad, te invita a desandar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido. ¿Te animas? ¿Qué responden ahora, quiero ver tus manos y tus pies al Señor, que es camino, verdad y vida?

Que el Señor bendiga sus sueños, gracias.

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Crónicas desde Cracovia (3)


Esta madrugada nuestros hermanos de las parroquias de San Francisco de Asís y del Corpus Christi de Alicante han madrugado mucho para ponerse en camino del Campus Misericordiae donde han tenido el encuentro con el papa y donde, en los momentos de escribir estas letras, duermen a la espera de celebrar la eucaristía. Hemos recibido hoy los primeros vídeos con los que podréis haceros una idea más clara de los impresionantes momentos que se están viviendo. Esperamos que todo esto os esté ayudando a participar también vosotros de este paso del Señor. Recordad que al final de la página podéis dejar vuestros comentarios y ánimos a nuestra expedición.

El tercer día comenzó con la alarma de nuestros teléfonos que nos avisaba de que ya eran las 4:30 de la madrugada. A pesar del cansancio nos levantamos con gran ilusión, con ganas de llegar a nuestra meta, la Jornada Mundial de la Juventud. Fue momento de subirse a los autocares y despedirnos de la República Checa y encaminarnos hacia Polonia. Tengo que reconocer que el viaje en autocar se está haciendo duro, sobretodo por las paradas que por ley tienen que hacer los conductores que hacen que un trayecto que en sí es largo se haga interminable. Pero del mismo modo que digo que ha sido duro el viaje, también y sobretodo afirmo que ha resultado un catalizador de la convivencia, de la comunión entre los hermanos. Hemos podido conocernos más en estos días y, aunque nos hemos dado cuenta que el prójimo no es como nosotros quisiéramos, son en sí perfectos. Todo esto nos lo ha recordado el Señor en la oración de Laudes. La perfección con nos ha hecho, la belleza de su obra en cada uno de nosotros como parte importante que somos de la Creación de Dios.

Durante estos Laudes también hemos recibido un mensaje del santo padre que nos invitaba a tener un corazón misericordioso y nos alentaba al decirnos: «Cuando Jesús toca el corazón de un joven, de una joven, este es capaz de actos verdaderamente grandiosos. Es estimulante escucharlos, compartir sus sueños, sus interrogantes y sus ganas de rebelarse contra todos aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar.»

Finalmente llegamos a nuestro destino. Después de 37 horas de autobús, de varios kilómetros recorridos a pie, tras tantos meses de planes, por fin llegó el día. A pesar de la larga caminata que hoy nos hemos dado, a pesar del sueño que arrastramos y de los nervios por ver que ya estábamos cerca, aquí estamos, a tan solo unos metros del santo padre y junto a millones de personas que como nosotros compartían una certeza: el amor de Dios.

Uno de los momentos más importantes de los que hemos participado ha sido cuando el papa Francisco nos ha invitado a orar todos juntos. Imaginaros a miles de jóvenes en una sociedad que a menudo se considera como perdida unidos con una sola voz, la voz de Jesús.  También se nos ha recordado que no venimos a este mundo a vegetar sino a dejar huella, el miedo no nos puede paralizar, la violencia no se vence con más violencia ni el terror con más terror. El antídoto, se nos ha dicho, para este mundo en guerra debe ser la fraternidad, la comunión y la familia. Nos pedía el papa «Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen como ahora hacen ustedes, a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad y ustedes son una oportunidad para el futuro: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Necesitamos aprender esto.»

Nos ha avisado Francisco de que hoy muchos jóvenes viven embobados y atontados, despojados del mayor bien, pagando un gran precio por ello: la libertad. Asimismo nos ha advertido de que muchos piensan que encerrados es la mejor manera de protegernos de lo que nos hace daño.

Otro momento ya imborrable ha sido cuando la noche se ha iluminado con velas. Todos unidos al compás de una canción, de un mismo espíritu, nos hemos arrodillado delante del santísimo rezando por el mundo entero. Era impresionante notar la inmensa comunión que se notaba, el ambiente se ha vuelto trasparente, no había fronteras ni razas, solo un mismo sentimiento, un mismo amor con la certeza de no ser juzgados por nadie. El día ha concluido con una inmensa Paz.

Gracias a todos los que nos leéis. Besos y hasta mañana, ¡el día promete!

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Crónicas desde Cracovia (2)


Nuestro grupo, tras más de 37 horas de autocar, está en estos momentos descansando en Praga. Tanto sacrificio no quedará sin recompensa. De madrugada se pondrán en marcha hacia Cracovia donde el llamado «Campus Misericordiae» les espera para acampar y vivir con el Papa Francisco la vigilia del domingo, momento culmen de toda JMJ. A continuación tenéis la crónica que hemos recibido de nuestros peregrinos. Por cierto, al final de esta entrada disponéis de una zona donde poder dejar vuestros comentarios y ánimos a nuestros chic@s!

Al acercarnos cada vez más a nuestro destino, quisimos anoche ver en el autocar la película Karol en recuerdo a nuestro querido San Juan Pablo II, pero el reproductor se averió y nos jugó una mala pasada. Decidimos pues aprovechar al máximo para dormir en manos del Señor y dejándonos llevar por nuestros avezados chóferes, que el Señor los bendiga.

Sobre las 7 de la mañana abríamos los ojos a un nuevo día. Un sol tímido iluminaba la vegetación exuberante y unos prados inmensos. En el horizonte, un cielo precioso que poco a poco ha ido cubriéndose de nubes hasta regalarnos una temperatura más bien fresquita y una espléndida lluvia.

Hemos empezado bendiciendo a Dios por su misericordia. Hoy, 29 de julio, festividad de Santa Marta y teniendo de fondo siempre a Santa Faustina Kowalska hemos cantado y alabado a Dios poniendo nuestra confianza en él. La lectura breve de los Laudes nos invitaba a la paz, a la comprensión, a la alegría y a perdonarnos en Cristo. San agustín nos instaba a aspirar sólo a la patria celestial como peregrinos que somos en este mundo. Ya en el evangelio, Marta nos ha enseñado a acoger a Cristo y a atenderlo a través del servicio a los demás. El Señor ha bajado a nuestra realidad de personas siempre atareadas y nos ha ayudado a ver en la oración contemplativa dónde ponemos realmente nuestra vida, en el hacer como Marta o en el escuchar como María.

Carlos, el sacerdote que presidía esta oración nos decía entre otras cosas: «espero que no dejemos pasar el acontecimiento tan importante que nos aguarda. Muchas veces nos perdemos en cosas que no tienen importancia. El muy fácil oír pero no tanto escuchar. Escuchar quiere decir entrar en lo que Dios quiere para cada uno de nosotros, que seas feliz. El juicio de Dios es la misericordia. Él no te pone en evidencia por lo que haces sino que te dice: yo te amo, te quiero, te acepto tal y como eres. A veces tú no te aceptas, y quieres quitar cosas de ti. Pero lo que contamina es lo que sale de tu corazón, rencillas, murmuraciones, juicios. Dios quiere cambiar ese corazón. Esto es como un cuadro, por detrás es feo pero por delante se ve el arte, la belleza. Pues en nosotros lo mismo, si te miras por dentro no te gustas, pero si te miras desde el Señor todo está bien hecho porque Dios te ha creado y el nunca se equivoca en su obra. Os invito a descansar en el Señor a experimentar que su palabra nos da vida.»

Y así ha trascurrido la mañana, entre nubes y verdes bosques. Tras unos cientos de kilómetros y con más de 37 horas de viaje en nuestros cuerpos, hemos llegado a Praga. El hotel ha aparecido ante nosotros como un oasis. Después de día y medio en carretera, una ducha caliente, un cambio de ropa… ¡cómo no dar las gracias a Dios por esta maravilla! Y al girar la cabeza, ¡no puede ser! es Eugenio, el presbítero del equipo, ¡qué pequeño es el mundo!

Después del breve receso, hemos salido entre chistes, canciones y el ya popular ¡Camarero! ¿Qué? hacia el centro de la ciudad por donde hemos podido estirar nuestra entumecidas piernas disfrutando de un magnífico paseo.

Tras una cena caliente en nuestro hotel, hemos cerrado el día poniéndonos en manos del Señor con la oración de vísperas.

Hasta mañana hermanos.

 

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Crónicas desde Cracovia (1)


Nos llega la primera crónica de la peregrinación de nuestros hermanos del Corpus Christi y de San Francisco de Asís. Hoy es una jornada de autocar que les dejará mañana día 28 sobre las once en la ciudad de Praga (Rep Checa) Mientras os escribo estas letras y durante toda esta noche, siguen su periplo sin más paradas que las obligadas para la sustitución del chofer.

Esta es la crónica y las fotografías (nos han prometido a partir de hoy muchas más) del primer día:

Queridos hermanos, empezamos la peregrinación con la penitencial del pasado martes en la parroquia del Corpus Christi de Alicante manifestando todos nuestros pecados, bueno, confesando las culpas que hasta ahora nos ha concedido Dios poder ver. El Señor nos invitaba a crecer, a estar alegres para poder realizar la misión que nos tiene preparada en nuestra vida y con esta esperanza llegamos a la madrugada de hoy, el día de la partida hacia Cracovia. La falta de sueño, los imprevistos, los nervios de los últimos preparativos, parecían quitarnos la paz en este momento, pero el Señor nos estaba esperando frente a los juzgados de Alicante y eso nos movía a llegar puntuales, a ponernos en disposición, a experimentar en la organización de la salida la comunión de los santos viendo también a hermanos que venían a despedirnos sin tener a ningún familiar subido en el autocar contentísimos de acompañarnos en ese momento tan especial.

Una vez puestos en marcha y tras la oración Carlos Esparza, uno de nuestros presbíteros que junto a Enrique Vicedo nos acompañan en este viaje, pudimos entrar en el descanso,

Nos espera Cracovia, el Papa, Kiko… en definitiva, nos espera una palabra que ilumine nuestra misión. Tras almorzar y comer en diferentes áreas de servicio y experimentar en ellas de nuevo la comunión, hemos disfrutado de la película «Resucitó» en la que me ha llamado la atención cómo un tribuno romano se convertía al cristianismo no sin antes resistirse con todas sus fuerzas. El Señor le da su espíritu y eso hace que salga a anunciar el Evangelio como un discípulo más. ¿Cuántas veces me lo he pensado antes de hacer yo lo mismo? Gracias a Dios, el Señor es rico en misericordia, tiene paciencia y por eso estamos alegres.

Por la tarde, sobre las 19, y en el contexto del rezo de vísperas, se nos ha invitado a ser luz de las naciones y a llevar la buena nueva a todos los que nos encontremos. Ha presidido E.Vicedo, el cual nos ha invitado a reflexionar sobre el capítulo 1 de la primera epístola de San Juan que trata sobre el misterio de nuestra salvación y nos decía textualmente «Dios tiene una palabra para ti que te da Vida. No te la da ni la inteligencia ni la salud ni el dinero. Dios quiere poner Luz en tu vida, que seas Luz para los demás. Reconoce de verdad que eres débil y pecador pero no te asustes ni escandalices, porque Cristo es Luz y quiere iluminar lo que eres de verdad para que puedas descansar, para que dejes que tu vida la lleve el Señor. Y Dios te sacará de las tinieblas en que te encuentras» Tras cantarle a María hemos terminado las vísperas en un ambiente de gran alegría que se ha manifestado posteriormente en canciones espontáneas entre los jóvenes, con letras improvisadas y divertidas donde con cariño, podemos decir que no dejaban títere con cabeza.

Ya nos quedan quince horas menos para llegar a Cracovia. Rezad por nosotros.

 

 

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FOTOGRAFÍAS DEL CORPUS CHRISTI 2016


El domingo 29 celebramos la festividad del Corpus Christi en nuestra parroquia. Os hacemos llegar algunas fotografías de esa eucaristía y de la procesión posterior por las calles de nuestro barrio.

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PRIMERAS COMUNIONES EN NUESTRA PARROQUIA


Comuniones-23El pasado domingo 8 de mayo tuvo lugar en nuestra parroquia la celebración eucarística donde cinco felicísimos niños tomaron por primera vez la comunión. Fue una verdadera fiesta donde las ganas de recibir a Jesucristo por parte de los pequeños y la felicidad de ser testigos de ello por parte de los familiares, catequistas y asistentes en general se mezclaron elevando la ya habitual alegría pascual.

Además de presentaros algunas de las fotografías de ese día, nos permitimos adjuntar algunas de las palabras que el Papa Francisco pronunció en su audiencia general del 5 de febrero donde habla de la importancia de la comunión en la vida del cristiano.

Que lo disfrutéis.

…Por tanto, la celebración eucarística es más que un simple banquete: es el memorial de la Pascua de Jesús, el misterio central de la salvación. “Memorial” no significa solo el recuerdo, un simple recuerdo, sino que quiere decir que cada vez que celebramos este Sacramento participamos en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. La Eucaristía constituye la cima de la acción salvífica de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido por nosotros, vierte sobre nosotros toda su misericordia y su amor, para renovar nuestro corazón, nuestra existencia, y el modo de relacionarnos con Él y con los hermanos. Y por esto comúnmente, cuando nos acercamos a este Sacramento, se dice que “recibimos la Comunión”, “hacemos la Comunión”: esto significa que en la potencia del Espíritu Santo, la participación en la mesa eucarística nos conforma de un modo único y profundo a Cristo, haciéndonos pregustar ya la plena comunión con el Padre que caracterizará el banquete celeste, donde con todos los Santos, tendremos la alegría inimaginable de contemplar a Dios cara a cara.

Queridos amigos, ¡no agradeceremos nunca suficientemente al Señor por el don que nos ha hecho con la Eucaristía! ¡Es un don tan grande! Y por esto es muy importante ir a Misa los domingos. Ir a Misa no solo para rezar sino para recibir la comunión, este pan que es el Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona, nos une al Padre ¡Es bello hacer esto! Y todos los domingos vamos a Misa porque es el día de la Resurrección del Señor, por esto el domingo es tan importante para nosotros. Y con la Eucaristía sentimos la pertenencia a la Iglesia, al Pueblo de Dios, al Cuerpo de Dios, a Jesucristo.

Y nunca terminaremos de acoger todo su valor y riqueza. Pidámosle que este Sacramento pueda continuar manteniendo viva en la Iglesia su presencia y plasmar nuestras comunidades en la caridad y en la comunión, según el corazón del Padre. Y esto se hace durante toda la Vida pero se empieza el día de la Primera Comunión. Es importante que los niños se preparen bien para la Primera Comunión y que ningún niño se quede sin hacerla. Porque es el primer paso de esta pertenencia a Jesucristo fuerte, fuerte después del Bautismo y la Confirmación. ¡Gracias!

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CONFIRMACIONES EN NUESTRA PARROQUIA


El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana. La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho.

Por este sacramento, el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Por él es capaz de defender su fe y de transmitirla. A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa. Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.

El viernes 15 de abril, doce chicos y chicas de nuestra parroquia recibieron este sacramento de manos del vicario episcopal Don José Navarro Navarro. Pedimos a Dios por ellos para que continúen cerca de la luz verdadera que emana de Cristo resucitado.

Estas son algunas de las fotografías de la celebración:

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Campamento de Post Confirmación 2015


El pasado mes de agosto, los jóvenes de nuestra parroquia pertenecientes a la pastoral de post confirmación, disfrutaron de su campamento anual que tuvo lugar en Sierra Nevada. Por diversos motivos no pudimos publicar esta entrada en su momento. Aún así, siempre es tiempo de dar gracias a Dios por esta pastoral que tan grandes frutos viene dando. Os ofrecemos las impresiones de Lluis Climent responsable de post confirmación en nuestra parroquia.


Los jóvenes de la pastoral de post confirmación de Alicante, salimos el 26 de agosto junto con los de Elche, Albatera, Villena y Albacete rumbo a Sierra Nevada para tener un encuentro con el Señor.

DSC_0209La combinación de un cambio radical de su escenario habitual, en este caso las montañas de Sierra Nevada en alta montaña, y la riqueza de poder compartir la convivencia con otros jóvenes de la zona ha permitido un ambiente de confianza y de relajación en el cual hemos podido gustar los frutos del Espíritu Santo.

Los padrinos de cada zona se han puesto al servicio de los jóvenes dando su experiencia personal, esto junto con multitud de actividades al aire libre ha desencadenado un ambiente distendido en los que los jóvenes han podido hablar con libertad y lo más importante, se han sentido amados por Dios.

DSC_0092La presencia de los sacramentos, del presbítero y seminarista han sido cruciales. Fundamentales también han sido la penitencial del primer día para que los jóvenes se sintieran perdonados, la Eucaristía diaria a la que podían acudir libremente para encontrarse con Dios al comenzar el día o el encuentro con la virgen María al romper la noche con el Rosario. Todo esto se ha realizado envueltos de un ambiente de oración y libertad que han propiciado que los jóvenes pudiesen madurar su fe en este momento de crecimiento y combate personal.

DSC_0384.JPGDios se ha servido de los padrinos como instrumento para acercar a Dios a estos jóvenes que viven en un momento de cambios tan importantes en sus vidas. La forma de hacerlo ha sido hablándoles con claridad de nuestra propia experiencia, sin dobleces.

El punto final de este campamento 2015 fueron las experiencias de los jóvenes y padrinos que se dieron en la parroquia el 2 de septiembre donde tanto los chicos como los padrinos pudieron dar gloria a Dios por el TESORO recibido.

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Protegido: Vigilia Pascual


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Queridos hermanos y hermanas, ¡Cristo ha resucitado!


VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

«Pedro fue corriendo al sepulcro» (Lc 24,12). ¿Qué pensamientos bullían en la mente y en el corazón de Pedro mientras corría? El Evangelio nos dice que los Once, y Pedro entre ellos, no creyeron el testimonio de las mujeres, su anuncio pascual. Es más, «lo tomaron por un delirio» (v.11). En el corazón de Pedro había por tanto duda, junto a muchos sentimientos negativos: la tristeza por la muerte del Maestro amado y la desilusión por haberlo negado tres veces durante la Pasión.

Hay en cambio un detalle que marca un cambio: Pedro, después de haber escuchado a las mujeres y de no haberlas creído, «sin embargo, se levantó» (v.12). No se quedó sentado a pensar, no se encerró en casa como los demás. No se dejó atrapar por la densa atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas; no se dejó hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladurías que no llevan a nada. Buscó a Jesús, no a sí mismo. Prefirió la vía del encuentro y de la confianza y, tal como estaba, se levantó y corrió hacia el sepulcro, de dónde regresó «admirándose de lo sucedido» (v.12). Este fue el comienzo de la «resurrección» de Pedro, la resurrección de su corazón. Sin ceder a la tristeza o a la oscuridad, se abrió a la voz de la esperanza: dejó que la luz de Dios entrara en su corazón sin apagarla.

También las mujeres, que habían salido muy temprano por la mañana para realizar una obra de misericordia, para llevar los aromas a la tumba, tuvieron la misma experiencia. Estaban «despavoridas y mirando al suelo», pero se impresionaron cuando oyeron las palabras del ángel: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» (v.5).

Al igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados ―cada de nosotros los conoce― , para que Jesús entre y lo llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia. Pero la primera piedra que debemos remover esta noche es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida.

Continuamente vemos, y veremos, problemas cerca de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero en esta noche hay que iluminar esos problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que «evangelizarlos». Evangelizar los problemas. No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del Ángel: el Señor «no está aquí. Ha resucitado» (v.6); Él es nuestra mayor alegría, siempre está a nuestro lado y nunca nos defraudará.

Este es el fundamento de la esperanza, que no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicológica o una hermosa invitación a tener ánimo. La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él. Esta esperanza no defrauda porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones (cf. Rm 5,5). El Paráclito no hace que todo parezca bonito, no elimina el mal con una varita mágica, sino que infunde la auténtica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, ha vencido la muerte, ha vencido el miedo, siempre nos ama y nos perdona. Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor (cf. Rm 8,39).

El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida. Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor; si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo.

¿Cómo podemos alimentar nuestra esperanza? La liturgia de esta noche nos propone un buen consejo. Nos enseña a hacer memoria de las obras de Dios. Las lecturas, en efecto, nos han narrado su fidelidad, la historia de su amor por nosotros. La Palabra viva de Dios es capaz de implicarnos en esta historia de amor, alimentando la esperanza y reavivando la alegría. Nos lo recuerda también el Evangelio que hemos escuchado: los ángeles, para infundir la esperanza en las mujeres, dicen: «Recordad cómo [Jesús] os habló» (v.6). Hacer memoria de las palabras de Jesús, hacer memoria de todo lo que él ha hecho en nuestra vida. No olvidemos su Palabra y sus obras, de lo contrario perderemos la esperanza y nos convertiremos en cristianos sin esperanza; hagamos en cambio memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas nuestras, para ser centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado.

Queridos hermanos y hermanas, ¡Cristo ha resucitado! Y nosotros tenemos la posibilidad de abrirnos y de recibir su don de esperanza. Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino; que el recuerdo de sus obras y de sus palabras sea la luz resplandeciente que oriente nuestros pasos confiadamente hacia esa Pascua que no conocerá ocaso.

Basílica Vaticana
Sábado Santo, 26 de marzo de 2016

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