Esta madrugada nuestros hermanos de las parroquias de San Francisco de Asís y del Corpus Christi de Alicante han madrugado mucho para ponerse en camino del Campus Misericordiae donde han tenido el encuentro con el papa y donde, en los momentos de escribir estas letras, duermen a la espera de celebrar la eucaristía. Hemos recibido hoy los primeros vídeos con los que podréis haceros una idea más clara de los impresionantes momentos que se están viviendo. Esperamos que todo esto os esté ayudando a participar también vosotros de este paso del Señor. Recordad que al final de la página podéis dejar vuestros comentarios y ánimos a nuestra expedición.
El tercer día comenzó con la alarma de nuestros teléfonos que nos avisaba de que ya eran las 4:30 de la madrugada. A pesar del cansancio nos levantamos con gran ilusión, con ganas de llegar a nuestra meta, la Jornada Mundial de la Juventud. Fue momento de subirse a los autocares y despedirnos de la República Checa y encaminarnos hacia Polonia. Tengo que reconocer que el viaje en autocar se está haciendo duro, sobretodo por las paradas que por ley tienen que hacer los conductores que hacen que un trayecto que en sí es largo se haga interminable. Pero del mismo modo que digo que ha sido duro el viaje, también y sobretodo afirmo que ha resultado un catalizador de la convivencia, de la comunión entre los hermanos. Hemos podido conocernos más en estos días y, aunque nos hemos dado cuenta que el prójimo no es como nosotros quisiéramos, son en sí perfectos. Todo esto nos lo ha recordado el Señor en la oración de Laudes. La perfección con nos ha hecho, la belleza de su obra en cada uno de nosotros como parte importante que somos de la Creación de Dios.
Durante estos Laudes también hemos recibido un mensaje del santo padre que nos invitaba a tener un corazón misericordioso y nos alentaba al decirnos: «Cuando Jesús toca el corazón de un joven, de una joven, este es capaz de actos verdaderamente grandiosos. Es estimulante escucharlos, compartir sus sueños, sus interrogantes y sus ganas de rebelarse contra todos aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar.»
Finalmente llegamos a nuestro destino. Después de 37 horas de autobús, de varios kilómetros recorridos a pie, tras tantos meses de planes, por fin llegó el día. A pesar de la larga caminata que hoy nos hemos dado, a pesar del sueño que arrastramos y de los nervios por ver que ya estábamos cerca, aquí estamos, a tan solo unos metros del santo padre y junto a millones de personas que como nosotros compartían una certeza: el amor de Dios.
Uno de los momentos más importantes de los que hemos participado ha sido cuando el papa Francisco nos ha invitado a orar todos juntos. Imaginaros a miles de jóvenes en una sociedad que a menudo se considera como perdida unidos con una sola voz, la voz de Jesús. También se nos ha recordado que no venimos a este mundo a vegetar sino a dejar huella, el miedo no nos puede paralizar, la violencia no se vence con más violencia ni el terror con más terror. El antídoto, se nos ha dicho, para este mundo en guerra debe ser la fraternidad, la comunión y la familia. Nos pedía el papa «Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen como ahora hacen ustedes, a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad y ustedes son una oportunidad para el futuro: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Necesitamos aprender esto.»
Nos ha avisado Francisco de que hoy muchos jóvenes viven embobados y atontados, despojados del mayor bien, pagando un gran precio por ello: la libertad. Asimismo nos ha advertido de que muchos piensan que encerrados es la mejor manera de protegernos de lo que nos hace daño.
Otro momento ya imborrable ha sido cuando la noche se ha iluminado con velas. Todos unidos al compás de una canción, de un mismo espíritu, nos hemos arrodillado delante del santísimo rezando por el mundo entero. Era impresionante notar la inmensa comunión que se notaba, el ambiente se ha vuelto trasparente, no había fronteras ni razas, solo un mismo sentimiento, un mismo amor con la certeza de no ser juzgados por nadie. El día ha concluido con una inmensa Paz.
Gracias a todos los que nos leéis. Besos y hasta mañana, ¡el día promete!
¡¡GRACIAS!! Grácias por hacernos participes del paso del Señor por vuestras vidas, gracias por transmitirnos vuestros sentimientos, sin duda el Señor es grande con nosotros; solo quería que supieseis que estamos alegres de saber de vosotros casi cada momento, que imaginamos no sera fácil en algunos momentos de cansancio y algun que otro contratiempo que siempre lo hay pero que compartimos vuestra alegría de sabernos hijos de Dios, que siempre asiste en nuestra vida. Rezamos por vosotros.Un abrazo fuerte. La paz.