‘LA INFANCIA DE JESÚS’, EL NUEVO LIBRO DEL PAPA
Ni el Papa ha desmontado el Belén ni los periodistas se han leído el libro.
Este año, cuando ponga el belén, por fin voy a saber por qué lo hago. Y de dónde viene cada figurita.
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“Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”. No lo dice un teólogo rebelde. Ni lo dicen las redes sociales. Lo escribe Joseph Ratzinger. Sí, el Papa. En la página 77 de su libro. Y eso de que la estrella que vieron los magos era una supernova lo dijo en 1630 un tal Johannes Kepler. Lo que plantea Benedicto XVI es una pregunta: “¿Existió realmente?”.
Todo lo demás, es mentira. Ni el Papa ha desmontado el Belén ni los periodistas se han leído el libro. Una vez más, se cumple la máxima: que la realidad no te estropee un buen titular. La sorpresa es que ‘La infancia de Jesús’ tiene afirmaciones mucho más provocadoras e innovadoras que esas. Pero han pasado por alto.
Este año, cuando ponga el belén, por fin voy a saber por qué lo hago. Y de dónde viene cada figurita. ‘La infancia de Jesús’ (Ed. Planeta) es el mejor compendio sobre la Navidad y sus tradiciones publicado jamás. Es como leer el resumen del empollón de la clase y aprovecharse de sus apuntes.
En apenas 130 páginas, están todas las investigaciones –de ayer y de hoy- que explican cada símbolo, cada personaje, cada versículo de los Evangelios que se leen en Nochebuena y alrededores. Ratzinger cita en la bibliografía una treintena de obras en alemán, en español, en francés y en italiano. Y además hace continuas referencias a los padres de la Iglesia, a documentos históricos y a autores contemporáneos.
Aplica la sabiduría que acumula a sus 85 años a la exégesis de dos evangelios, el de Lucas y el de Mateo, y se apoya en todas las interpretaciones que a lo largo de los siglos han ido apareciendo.
Y lo que no sabe, también lo reconoce: “Todavía no he hallado una explicación del todo convincente para esto”. “Los pormenores (…) es una cuestión que debemos dejar abierta”. Son frases textuales del libro.
Por eso yo, lectora, con poco tiempo para bucear en bibliotecas y escasa capacidad para interpretar los textos sagrados, sé que tengo en mis manos un tesoro. En el que descubro preguntas que jamás se me hubieran ocurrido a mí sola:
1. Los cuatro evangelios fueron escritos para contestar a cuatro preguntas: ¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Quién decís vosotros que soy yo? ¿Quién es Jesús? ¿De dónde viene?
2. Entonces, ¿por qué las genealogías que enumeran Mateo y Lucas solo concuerdan en unos pocos nombres? Ni siquiera se ponen de acuerdo en quién era el padre de san José. Y Juan, que tantas veces inquiere sobre el origen de Jesús, no se molesta en escribir quiénes fueron sus antepasados.
3. ¿Qué le dijo realmente el ángel a María? No fue el saludo judío, shalom, sino una fórmula griega, chaῖre, que significa dos cosas distintas.
4. ¿Qué tiene que ver el sueño de san José, en el que el ángel le dice que su prometida está embarazada, con la curación de un paralítico por parte de Jesús?
5. ¿En qué se diferencian el nacimiento de Jesús, el de Hércules y el de Perseo? ¿Hablaba Virgilio del nacimiento de Jesús cuando escribió su cuarta égloga 40 años antes?
Y encuentro respuestas que, en este Adviento, me harán verlo todo con ojos nuevos:
1. El empadronamiento de todos los habitantes del reino tiene lugar en tiempos del rey Herodes el Grande que, sin embargo, ya había muerto en el año 4 a.C. Así que el monje que fijó la fecha del nacimiento de Jesús se equivocó un poco. Y José fue a empadronarse a Belén porque tenía una propiedad de tierra allí.
2. El evangelio de Lucas dice que “María puso a su niño recién nacido en un pesebre”, y nosotros pensamos en establo. Pero en la región de Belén se usan desde siempre grutas como establo. O sea, que nada de maderas y paja. Fue el imperio romano quien intentó borrar la memoria cultural de los cristianos y transformó la gruta original.
3. La Biblia no dice que hubiera animales en el pesebre. Pero si escrutamos los libros de Habacuc, Isaías y Éxodo, descubrimos por qué la iconografía cristiana incorporó el buey y la mula (en el libro de Joseph Ratzinger, por cierto, se habla de buey y asno)
4. “El primogénito no es necesariamente el primero de una descendencia sucesiva”. Ahí queda eso.
5. La famosa frase que dijeron los ángeles es rechazada por los exégetas modernos. “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” tiene otra traducción mucho mejor. Y los pastores no corrían por casualidad, sino para que nosotros, hoy, sepamos que “si algo merece prisa son precisamente las cosas de Dios”.
Hay mucho más. Y en el libro está todo. Fuera, solo una visión sesgada. Incluida la mía.
26/11/2012 – Paloma García Ovejero, corresponsal de la Cadena COPE en Italia y Ciudad del Vaticano