REALIZACIÓN CONCRETA DEL RITO PARA QUE SEA SIGNIFICATIVO
Comunión del pan
Casi podríamos decir que la manera concreta de comulgar en mano viene ya expuesta, de una manera bien sugestiva y pedagógica, en el texto de S. Cirilo que hemos reproducido. Los fieles del siglo XX pueden seguir exactamente los ritos que hacían los neófitos de Jerusalén en el siglo IV, dándoles el mismo significado.
Como detalles importantes recordaríamos los siguientes. Procurar que el recipiente del pan no aparezca como un continente de bebida: una bandeja o un cestito digno siempre será más significativo que un copón, que parece un recipiente de bebida.
También tiene importancia que el mismo pan se «rompa» realmente, que no se usen, a no ser en caso de necesidad, hostias individuales, cuya presentación expresa menos bien el sentido de la Eucaristía, como claramente lo significa IGMR 283.
Es importante además que el ministro diga a cada uno de los comulgantes, de forma clara y antes de depositar el pan en sus manos, la fórmula «El Cuerpo de Cristo»; esto tanto si se trata de un ministro ordinario como de un laico, pues en este caso también el ministro laico representa al Señor en esta acción. Como lo hemos notado más arriba, una practica, en cambio, bajo todos los conceptos reprobable -e incluso explícitamente prohibida- sería la de que los fieles mismos tomaran directamente del altar el pan; como ya hemos explicado, este proceder empobrecería el significado de la celebración eucarística.
Comunión del cáliz
Lo más significativo es, evidentemente, beber del mismo cáliz. Para realizarlo, lo mejor es que uno de los fieles, debidamente autorizado por el obispo o por el que preside la celebración en aquellas diócesis donde el obispo ha concedido tal facultad, reciba del celebrante la comunión del pan y del vino y luego, tomando de manos del que preside el cáliz, lo presente a cada uno de los comulgantes diciendo la correspondiente fórmula.
Si a alguna persona le resulta repugnante beber del cáliz, entonces, recibido el pan eucarístico y sosteniéndolo en su mano, puede acercarse al ministro que ofrece el cáliz y, una vez ha respondido «Amen» a la fórmula “‘La Sangre de Cristo», el mismo, colocando su mano izquierda bajo la derecha que sostiene el pan consagrado, puede mojar en el cáliz que le es presentado la Eucaristía del Cuerpo del Señor, sumiendo a continuación ambas especies.
CONCLUSIONES
Resumamos todas nuestras reflexiones con unas conclusiones prácticas.
El gesto de comulgar en la mano resulta más natural que el de recibir la Eucaristía en la boca, pero no es, con todo, más significativo en sí mismo, ni por ello se le debe dar excesiva importancia al cambio entre una y otra forma de comulgar. Lo único importante es que se reciba la Eucaristía de una forma respetuosa y expresiva de la fe.
Tanto si se comulga en la mano como si se comulga en la boca es muy importante que el gesto y la catequesis que lo prepara, sean objetiva y subjetivamente expresivas del don que se recibe y del respeto y adoración que merece el Cuerpo del Señor.
Es, en cambio, sumamente importante que la Eucaristía se reciba, siempre que sea posible, bajo las dos especies.
También es sacramentalmente importante que la Eucaristía sea siempre servida por un ministro -ordinario o extraordinario- y que no se suprima en ningún caso el diálogo entre el que da la Eucaristía y el que la recibe: «El Cuerpo de Cristo». R/. «Amen”. «La Sangre de Cristo». R/. «Amén».
La comunión en la mano es, en cambio, muy recomendable en todos aquellos casos en que su introducción facilite la comunión bajo las dos especies o haga posible comulgar de la Sangre del Señor bebiendo del cáliz en lugar de limitarse a la simple intinción.
Finalmente es también importante que los recipientes donde se colocan el Cuerpo y la Sangre del Señor sean suficientemente grandes, y siempre bien separados el uno del otro: que aparezcan claramente como algo que contiene comida y bebida, pues ello facilita la visión Eucarística en su vertiente sacramental o significativa.