La celebración litúrgica en pequeños grupos (2ª parte)


6. Una distinción fundamental: la eclesialidad de la Eucaristía y los signos que la manifiestan

Puesto el principio de la sacramentalidad eclesial de toda celebración, otra cosa distinta es el como en cada celebración se manifiesta el carácter eclesial. Aquí si que cabe preguntarse sobre las diversas maneras –o intensidades- con que se significa, se manifiesta y se vive la pertenencia de cada misa a la Iglesia; de cómo y hasta qué punto se significa la eclesialidad a través de un grupo mayor o menor de fieles, en el caso extremo a través incluso de la sola persona del ministro.

Bajo este aspecto es muy clarificante lo que dice la IGLH con referencia a la oración litúrgica (también la Liturgia de las Horas es celebración de la Iglesia: IGLH 20). El documento distingue con gran equilibrio entre la eclesialidad de la oración de las horas y la manifestación de esta eclesialidad. La Liturgia de las horas es siempre oración de la Iglesia, pero esta eclesialidad se manifiesta de maneras más o menos claras e intensas. La eclesialidad de la liturgia de las horas se da siempre, aunque no siempre se signifique con la misma claridad.

El carácter eclesial de la oración litúrgica , dice nuestro documento, resplandece en sumo grado cuando la celebra el Obispo con toda su Iglesia local (núm. 20), pero la realidad eclesial se da también aunque el obispo no esté presente, o la comunidad no aparezca visible; la realidad eclesial continua dándose aún en el caso de que la Iglesia esté solo significada a través de un único fiel (Cf. IGLH 108). Es evidente que conviene procurar que la eclesialidad de la acción litúrgica resplandezca lo más claramente posible; por ello continúa el citado documento, que es de alabar que la Liturgia de las Horas la celebren el Obispo con su presbiterio y su pueblo (núm. 20). Pero no se pueden confundir la eclesialidad con la manifestación más clara de la misma.

Este mismo principio debe aplicarse a la celebración eucarística en pequeñas asambleas: la pequeña asamblea, de por si, manifiesta menos claramente la eclesialidad eucarística que la gran asamblea parroquial; como la asamblea parroquial, por su parte, la manifiesta menos claramente que la misa episcopal en la catedral. Pero de la misma forma que hay motivos que aconsejan que la Eucaristía se celebre también en las comunidades parroquiales, menos significativas que la asamblea catedral, también puede haber razones que inclinen a una celebración en grupos más reducidos que la asamblea parroquial.

7. La celebración eucarística en pequeña asamblea vista desde la pastoral

Admitido el principio de que la misa episcopal manifiesta mejor el carácter eclesial de la Eucaristía que la parroquia, y que la parroquia lo manifiesta mejor que la de una pequeña asamblea, pasemos a ver porqué a veces se puede –e incluso es aconsejable- optar por celebraciones menos significantes de la eclesialidad.

Empecemos subrayando un principio importante que demasiadas veces se olvida. La eclesialidad de la celebración es uno de los aspectos de la misa, pero no el único a subrayar. Un matiz ciertamente importantísimo y con frecuencia olvidado en los últimos siglos (bastaría recordar, por ejemplo, la multiplicidad de altares y de misas de devoción en determinadas épocas). El Vaticano II ha redescubierto en cierta manera y ha subrayado con fuerza este matiz bastante olvidado. Y el período postconciliar lo ha recordado con tal fuerza que aveces ha parecido una novedad.

Pero admitido y debidamente subrayado el necesario carácter eclesial de la celebración, hay que añadir que la eclesialidad o comunitariedad de la liturgia –de la Eucaristía sobre todo- no es el único matiz que debe subrayarse y vivirse. La misa es ciertamente acción de la comunidad cristiana, pero tiene también muchos otros matices y contenidos que no pueden olvidarse.

8. La pastoral de la Eucaristía no puede limitarse a cuidar el matiz eclesial de la celebración

La multiplicidad de aspectos y la complejidad de realidades de la Eucaristía conlleva inevitablemente el riesgo de una peligrosa parcialidad –o incluso olvido- de matices o por lo menos de subrayados. Centrarlo todo en la comunitariedad y olvidar otras realidades es peligroso. La misa es acción eclesial, pero también es acción de Cristo: es presencia del sacrificio de la cruz, pero también memorial de su pascua íntegra; es sacramento a través del cual los fieles se unen a Cristo, “ofreciéndose a si mismos al Señor” en su espíritu (Sacr. Conc. 48) pero también es profecía del banquete escatológico…

El magnífico Proemio de la instrucción Eucharisticum Mysterium presenta con claridad y pedagogía el riesgo que puede suponer insistir excesivamente en un aspecto –aunque se trate de un aspecto necesario e importante- y se olviden otros. Y es en este contexto donde debe situarse, siempre por supuesto bajo el cuidado y la responsabilidad de los obispos, la pastoral de la celebración eucarística, sin olvidar ninguno de sus matices. Aquí como siempre los pastores deben actuar, no según sus propios gustos sino según el bien de cada uno de los fieles y de cada una de las comunidades.

Si la misa se contempla sólo bajo el aspecto de la manifestación de su eclesialidad habrá que preferir sin mas una celebración en gran asamblea. Pero puede mirarse también bajo otras realidades –la de la participación, por ejemplo, consciente, activa, fructuosa (Sacr. Conc. 11) piadosa, (Sacr. Conc. 48) interior y exterior (Sacr. Conc. 19) – y entonces la cosa puede variar. Se requiere, pues, gran equilibrio para sopesar qué es lo mejor en cada caso. La comunitariedad o insistencia en la asamblea son importantes pero no puede olvidarse que son sólo una de las facetas (que además tiene el riesgo de que como se trata de un aspecto hoy más “de moda” puede resultar peligroso dejarse arrastrar por el ambiente y reducirlo todo a esta comunitariedad). ¿Se insiste tanto, por ejemplo, sobre la necesidad de aprender a ofrecerse a si mismos al ofrecer la hostia inmaculada?
¿Se ha insistido con la misma fuerza con que se subraya la comunitariedad de la misa, en que este ofrecimiento tiene lugar sacramentalmente en la Plegaria Eucarística, tal como se manifiesta sobretodo en la Plegaria III?

 

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